martes, octubre 24, 2006

En el arroyo – Perversion - Amor sucio - Confesion


John Constantine terminó en la calle. Literalmente. Su amigo Chas lo echó de su casa después de referirse a su esposa como vieja bruja, en medio de una inmensa borrachera cuando lo dejó su novia Kit, después de los hechos sucedidos durante Miedo y Odio. Es el tipo de cosas que uno hace borracho, y es el tipo de motivos que a uno le impiden dejar el alcohol completamente. Ya lo decía Hunter S. Thomson, Odio recomendarle las drogas, el alcohol, la violencia o la demencia a cualquiera, pero siempre han funcionado para mí. Así pues, John Constantine es otro indigente vagando por las calles londinenses, rogando un poco de conmiseración y monedas para poder comprar alcohol con el cual ahogar las pocas neuronas que le quedan sobrias. Simultáneamente, el rey de los vampiros y dos de sus esbirros hacen de las suyas dejando una estela de sangre y muerte en la ciudad, y al finalizar una jornada de sexo y sangre, el rey vampiro se tropieza con Constantine, quien comparte un colchón maloliente con un joven enfermo de SIDA que se prostituye para poder comer. El rey vampiro le ofrece a Constantine la inmortalidad, este declina tan baja oferta y se enfrenta a la muerte. Solo que vuelve a salirse con la suya. Amor sucio es un relato casi Lovecraftiano, que le cuenta Constantine a otro vagabundo a cambio de unos tragos de whisky con que pasar la noche. Sexo, magia y horror en una sola historia.

Una noche Constantine se topa en la calle con un tipo que intentó abusar de él, a finales de los años
60. Lo sigue a una iglesia, donde el tipo, un gordo cincuentón y calvo con una gran cicatriz en el rostro, implora a Dios que le perdone sus pecados. Constantine reprime el deseo de venganza a cambio de que el tipo le relate su historia, de escuchar su confesión: es un sacerdote retirado el cual, molesto por la irreligiosidad que caracterizó a los 60, decide romper el secreto de confesión para que los padres y las autoridades castiguen a los pocos jóvenes que se le acercan buscando perdón, confesando sus pecados. Hasta que se le aparece el diablo, vistiendo un atuendo muy acorde a la época, y lo obliga a escuchar su confesión. El sacerdote enloquece, reniega de su fe y se dedica a vagar por las carreteras, castigando a los jóvenes con que se cruza. Finalmente se topa con Constantine, quien hace autostop buscando llegar a Londres. El sacerdote resulta herido, es arrestado por la policía y pasa los siguientes 20 años en una clínica siquiátrica. Al final de los cuales sale y se encuentra, nuevamente, con Constantine. Este, entonces, le pide que le cuente la confesión del diablo, y el sacerdote prefiere inmolarse antes de hacerlo. Junto a su cadáver queda una pila de colillas apagadas.

Nuevamente Garth Ennis se encarga de escribir estos dos arcos argumentales. El primero, En el arroyo, Perversión y Amor sucio, retoma un poco del genero de horror, sin alcanzar las cotas logradas por Delano, comparables a las de Moore en Swam thing, pero que logra ser entretenido. Y este aprovecha para criticar la desidia estatal en la atención a los indigentes, otra que no sea la represión policíaca. Confesión nuevamente muestra el singular punto de vista religioso de Ennis, algo brutal y perturbador. El dibujo, a cargo de Dillon, aunque no es espectacular, es perfecto para los sucios relatos de Ennis.

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