jueves, agosto 20, 2015

Resumen

Durante casi una década apenas leí libros, tal vez unos cuatro o cinco. Ya saben, culpa de mercado – como haber encontrado una novela de Ray Loriga en los pulgueros de San Victorino en $5.000, misma edición que en la Librería Lerner costaba $75.000. También que me volví exigente en cuanto lo que quería leer y de nuevo, el mercado es una mierda y una quinta parte de lo que se encuentra en las librerías es autosuperación y no gracias, no me interesa. Si hay una librería en Bogotá que venda a Robert Anton Wilson, no la conozco. Y si lo hacen, que no sea a un precio prohibitivo, entramos al terreno de la fantasía.

Y sé que estoy siendo desagradecido al quejarme de la poca oferta de lectura en un país que no lee – 1 y 2 – pero no sé si compadecerme del trabajo de un librero, quien intentan producir utilidad importando y vendiendo libros, pagándolos en dólares o euros al cambio de una moneda sumamente devaluada como el peso colombiano. Y ese es sólo uno de sus problemas.

Por otro lado, hay millones de comics que son muy fáciles de leer en un computador – a pesar de que Warren Ellis se empute. De hecho, así trascurrieron esos años, leyendo cientos de comics, seleccionando los que quería en papel y comprándolos en Amazon, o encargándolos a algún amigo que fuera a España (prefiero las ediciones compilatorias españolas que americanas). Pero no sólo de comics vive un fan de la ficción – ahórrense la palabra geek – así que mi novia me regaló un Kindle, descubrí el blog de Sidera Visus, me llegó un embarque de libros que tenía varados en España y comencé a recuperar el tiempo perdido.

No sé cuanto dure este (nuevo) ejercicio. Algunos libros me han dado mucho en que pensar, así que intentaré transmitir lo que me salga. Puede que no tenga nada que ver con lo que lea, pero nunca se sabe.